(Hace tiempito ya escribí estas palabritas a una amiga. El tiempo cambia y pasa, los sentimientos desaparecen o se trasnforman, pero los amigos verdaderos, no son ave de paso, ni se van nunca, siempre vuelven a volar el cielo que hoy nos cobija, siempre están ahí, rondando bien cerquita nuestro, diríamos que casi, casi a un segundo del corazón)
Gente, que trae consigo toda la bendición del universo, estampan su cordialidad en el aire que besamos, abrazan por nosotros los confines del amor y nos ofrendan sinceramente todos sus milagros. Gente que ayuda al corazón bombear con mejores latidos, que nos acompañan, solidarios, a combatir cualquiel mal tiempo, siempre con la mejor cara.
Gente cuyo ejemplo nos enseña a decir un no rotundo al ego y a la individualidad, y a decir sí al pluralismo, al acto de incluir en vez de excluir. Gente que encarna la promesa del amor, el toque de la esperanza, con quien andar y desandar el trayecto de la vida se nos hace mucho más amable y soportable, y sin que temamos al futuro incierto que en ella nos aguarde. Gente con quien queremos soñar, tocar las alturas, vivir, ser, reconstruir.
Sucede que…
Cuando ellos están tristes y acorralados, su dolor nos hace fuertes, porque hasta en la oscuridad pueden y saben tendernos un trébol verde de buena voluntad. Cuando están alegres, su felicidad nos contagia, porque irradian voluntad y acción, empuje, pasión, creatividad, dinamismo, magia.
Sucede que…
Si están ausentes, hacen mucha falta y se desea que regresen pronto, y traigan consigo de vuelta, sus lunas y satélites, aquella varita mágica de buenas vibras, sus pétalos de luz, sus poemas y añoranzas, el incienso, el oro y la mirra de esa mano, que nos ha sido y nos será, sin lugar a dudas, verdaderamente amiga.