El Secreto de la Gardenia.

La casa de mis padres era llamada “la casa de los jardines colgantes”, por la gran cantidad de plantas, enredaderas y macetas que mi madre colocaba en su interior y las cuales cuidaba con esmero. Un día, alguien le vino con la noticia de que las plantas respiraban carbono y que eran nocivas para la salud si se mantenían dentro de la casa.

Asi que en un día triste, muy triste, ella se decidió a sacarlas todas, una por una, pero cada vez que sacaba una al patio se le salía una lagrimilla de ambos ojos, porque creía que aquel acto era como desprenderse de uno de sus hijos y abandonarlos a la interperie. Todas las plantas, fueron sacadas, excepto una: Una gardenia. Se la había regalado yo, cuando tenia diez anos de edad, un día en que le pedía perdón por haberme tomado dos pesos de su cartera sin su consentimiento.

Como mi madre le ponía nombre a todas las plantas, a esta gardenia le llamo “la gran deuda”. En una tarjetita en blanco escribió ese nombre y lo adhirió a la maceta. Pero al cabo de dos días, encontré una frase adicionada en la maceta: “Las deudas son como cualquier otra trampa en la que es muy fácil caer, pero de la que es dificilísimo salir.” Bernard Shaw. Y ya no estaba ubicada en un rinconcito de la sala, sino en la mesa del centro.

Demás esta decir que cada vez que llegaba visita se fijaba en la susodicha gardenia, en aquel titulo tan llamativo y en la ocurrente frase. Cuando le preguntaban al respecto, mi madre les contaba que yo se la había regalado y que todo ello era un gran secreto especial entre ambos.