He bebido de aguas milagrosas al márgen de un rio
que después ha visto morir su propio cauce.
He frotado goznes y epifanías como frota el ciego
su bastón cuando le sorprende un aguacero en plena calle.
He tocado la tibia sangre de aquella cruz de espinas
olvidada en el rincón de los milagros.
He visto la piel desnuda casi violada por la intemperie,
lavando culpas ajenas en ritos y escapularios.
He visto vientos alisios resoplar mil ojos cíclopes
y sonsacar lágrimas negras que salten al precipio.
He visto sueños a medio tejer y a merced de toboganes
que como vienen desaparecen en el abismo.
He leído la Biblia siete veces y puedo recitar de memoria
al Génesis y el Cantar de los Cantares.
He bebido vino recien sacado del lagar
para el conjuro de sortilegios y la sanación de males.
He sido Quijote en París, Sancho Panza en Pamplona,
Buhonero en Alaska, Romeo en Brasil,
Cargamaletas-Dossier de Joaquín Sabina en Barcelona,
Agitador en Beirut, Masajista en Berlín.
Qué hacer para reconocerte y escuchar tu risa
en medio del rugir de estos volcanes.
Qué hacer para oir tu voz entre tanto ruido de agoreros,
prevaricadores, maquiavelos, criminales y pitonisas falsas.
Cómo hallar tu estrella entre tantos mercaderes conocidos
que promueven desde el cielo sus “business” en pancartas.
Como leer tus versos si han sellado los libros
y herido de muerte la memoria a cuchillitos de palo.
Espero tu señal a este otro lado del océano.
Nuevo fluir de relámpagos anestesiando el caos.
Talvez otro milagro. Algún vestigio de sombras para el sol.
Otro Koram, otro Torah. Un antes y después en profecía,
un vórtice de luz al meridiano o un efluvio para exorcizar la luna.
Porque la realidad, se ha jugado ya todas sus fichas hábiles,
y desde hace tiempo le han cantado: capicúa.
Los Angeles, California, Julio 30, 2006.